Ayer fui de viajecito al otro lado de la sierra. Al pasar el puerto de Mijares cambió la mañana, que hasta entonces había sido soleada. No se veía el valle por la niebla que había; una niebla que olía a humo - y que de hecho era una mezcla de niebla y humo. Por todos lados estaban quemando restos de poda, es decir, convirtiéndolos en gases contaminantes en lugar de utilizarlos como biomasa en calderas y estufas, o como acolchado para aumentar la fertilidad del suelo.
Este artículo está escrito por uno de mis compañeros de Equo Ávila:
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EQUO AVILA considera la quema de rastrojos y restos de poda una práctica destructiva que debemos abandonar
Hace unas semanas se publicó en Bocyl el orden que
autoriza la quema de rastrojos como “medida fitosanitaria”. Desde Equo Ávila recordamos que esta práctica es
muy destructiva, y solicitamos una prohibición efectiva, en coherencia con el
resto de la legislación española y europea.
El suelo es la base y el
alimento de las plantas y por derivación de multitud de seres vivos que de
ellas dependen, incluídos los humanos. Para que un suelo produzca ha de ser
rico en materia orgánica y microorganismos, y por supuesto en biodiversidad.
Esos microorganismos, que son
seres vivos que transforman los restos vegetales y animales en el humus
enriquecedor, son los que mueren con la quema de rastrojos y de restos
vegetales.
Con las llamas desaparecen
también semillas de plantas, e insectos de todo tipo -tanto “buenos” como
“malos”- junto con animales vertebrados que se queman, como anfibios y
reptiles, y otros que pierden sus refugios como las aves. Además, todos los
años se producen grandes y graves incendios por negligencia en las quemas.
A este empobrecimiento de suelos
y de vida, se añade el aumento de Óxidos de Nitrógeno y sustancias cancerígenas
como Benzopirenos, y el aumento de la erosión y la desertificación. El suelo
pierde su capacidad de almacenar agua, y se contribuye al cambio climático a la
vez que se empeoran las conscuencias de este cambio. En España ya un 20% de
nuestro suelo esta calificado como desértico y un 75% esta en peligro de
desertización.
Se destroza el equilibrio del
suelo, el ecosistema, y luego lo tenemos que reparar con abonos sintéticos, con
insecticidas específicos y con herbicidas también específicos; todo esto se
traduce en suelos menos fértiles, y mayor gasto económico. Debemos entender que
las plagas actuales son plagas por la ausencia de depredadores y porque
consiguen sobrevivir a estas prácticas de quemas masivas, beneficiándose de los
monocultivos.
La Junta de Castilla y León, en su Real Decreto 1078/2014, que
establece las normas que deben cumplir los beneficiarios de los pagos directos
de la PAC, en el anexo II, afirma que es bueno el mantenimiento del nivel de
materia orgánica en el suelo mediante prácticas adecuadas, incluida la
prohibición de quemar rastrojos. Sin embargo, esta prohibición sólo figura en
el decreto para poder cobrar las ayudas, como comprobamos en la siguiente
frase, también en el mismo párrafo:"excepto por razones
fitosanitarias". Es decir, la quema de rastrojos elimina materia orgánica
y atenta contra la salud pública, el medio ambiente, la fitosanidad y el
bienestar animal...pero a pesar de esto, se permite por algo tan general y vago
como “razones fitosanitarias”. Lo consideramos un completo contrasentido.
¿Existen casos en los que esté
justificada una quema de material vegetal? Seguramente sí, ya que puede haber
focos de enfermedades muy contagiosas, o focos de especies vegetales invasoras
muy localizadas. Pero son casos muy concretos, que no se pueden utilizar como
excusa para quemar el 75% de la superficie de cultivos herbáceos de Castilla y
León, como es el caso actual.
En Equo consideramos que las
normas deben ser coherentes, y que se debe promover las prácticas alternativas
que existen, como: enterrar los rastrojos, picar los restos de poda y
esparcirlos en el suelo, pastarlo con ganadería extensiva, beneficiar a la
fauna auxiliar con setos y refugios, la rotación de cultivos e incluso el
desbrozado mecánico.
Pensamos que la administración debe implicarse en la solución, con información y
ayudas económicas, por ejemplo para que las personas que trabajan en el campo
puedan adquirir equipos de picado de restos de podas (para evitar riesgos de
incendio, a la vez que se ahorra agua y se aumenta la fertilidad del suelo), y
potenciando el uso de maquinaria en común para el transporte y triturado de
material vegetal, especialmente en áreas de difícil acceso, terrazas y
minifundios – y también de todos los restos de podas del arbolado urbano de
miles de pueblos, que suelen convertirse en gases contaminantes, en lugar de
utilizarse como un recurso. Cuando la administración empiece a tomarse en serio
el cambio climático, la salud de la gente, la fertilidad del suelo, la
biodiversidad, y la economía en sentido amplio y profundo, las cosas empezarán
a cambiar en esta tierra nuestra.
Juan
Carlos Rico
(Fotos: Lena Pettersson)
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