domingo, 10 de abril de 2016

La charla sobre el TTIP

Antes de la charla mandé una notita a Avilared sobre la charla, y hoy me han pedido una foto y un par de párrafos. Como mi texto tiene bastante más de dos párrafos, no sé si lo publicarán. Así que menos lo publico yo aquí:

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Este tratado de libre comercio entre la Unión Europea y los Estados Unidos pretende quitar las barreras no arancelarias para fomentar el comercio. Sin embargo, estas “barreras” en general se refieren a NUESTROS DERECHOS – derechos sindicales y laborales, a un consumo seguro, y a un medio ambiente no contaminado”.

Esto lo explicó ayer Cuca Fernández de ATTAC,  en una charla sobre el TTIP, organizada por el Grupo de Reflexión de Navaluenga y la Asociación Vecinos de Navaluenga.

El TTIP (por las siglas en inglés: Transatlantic Trade and Investment Partnership. En castellano: Asociación Transatlántica de Comercio e Inversiones) lleva negociándose desde junio de 2013. A pesar de sus enormes consecuencias en todos los niveles, en España ha habido muy poco debate.

Cuca Fernández nos explicó que para liberalizar aún más el comercio internacional se pretende sobre todo eliminar las diferencias en cuanto a normas ambientales y de protección a la salud, ya que los aranceles y cuotas actualmente son muy bajas.

La idea es hacer una equiparación de la legislación, y que un producto aprobado en el país de orígen automáticamente se considere apto para ser importado por todos los países firmantes.

En la práctica, significará una adaptación a la baja. Por ejemplo, en cuanto a nuevas sustancias químicas, en Europa rige (al menos en teoría) el “principio de precuación”, que aconseja tomar medidas protectoras cuando se sospecha que un producto conlleva riesgos para la salud o el medio ambiente, aunque no haya una prueba científica definitiva de tal riesgo. En cambio, en EE UU hay que probar que un producto sea nociva para tomar alguna medida que limite su comercialización, antes de eso se “supone” que es seguro.

De hecho, la legislación americana en cuanto a los transgénicos es mucho más laxa que la europea, y con el TTIP en vigor probablemente ni se podría etiquetar los productos que contienen organismos genéticamente modificados (a pesar de que en EEUU la mayoría de la población también quieren tener la libertad de elegir si comer maiz y soja transgénico o no...). Los límites máximos de residuos de biocidas en los alimentos también son bastante más altos en EEUU.

Sin embargo, la parte más escandalosa del tratado es el ISDS, el Sistema de Solución de Diferencias para los inversores. En este sistema los inversores extranjeros (los nacionales no) pueden demandar a los gobiernos a tribunales privadas, especiales (y muy opacas) por “lucro cesante”, es decir, por cualquier norma o decisión ( a nivel estatal, autonómico o municipal) que consideran que reducen sus beneficios esperados.

Este mecanismo ya existe en la mayoría de los tratados bilaterales que empezaron a firmarse en los 90, para “dar seguridad a los inversores extranjeros”- muchas veces a costa de la defensa de derechos humanos. Uno de los ejemplos mencionados por la representante de ATTAC fue la demanda que puso la empresa Veolia al Gobierno de Egipto, después de la “Primavera Árabe”, por haber aumentado el salario mínimo desde la desde la cantidad equivalente a unos 40 euros hasta los 72 (...al mes).

Estas demandas, que se harán aún más frecuentes con el TTIP, suelen llevar a unas indemnizaciones muy grandes, que suponen una carga difícil de soportar para los estados afectados.

Es interesante también ver la experiencia de tratados similares, como por ejemplo el NAFTA, entre los EE.UU., Canadá y México. Por la importante pérdida de empleos, entre otras cosas, según los sondeos sólo el 15% de la población estadounidense desean seguir con el tratado.

“La intención del TTIP es transferir aún más poder desde los parlamentos a organismos privados supranacionales, y fijar una normativa que siempre favorezca al inversor para que las grandes corporaciones tengan siempre garantizado el beneficio”, decía Cuca Fernández, y comentó que cuando la gente se enteran de este asunto suelen tener siempre la misma reacción que ayer tuvimos los que estuvimos en la charla en Navaluenga:

“¿Cómo es posible que la mayoría de los políticos están a favor de este tratado, que en la práctica supondrá la muerte de toda democracia?”


Lena Pettersson

1 comentario:

  1. Un resumen estupendo. Es una pena que no fuera más gente, algunos por que no se enteraron.

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