Antes de la charla mandé una notita a Avilared sobre la charla, y hoy me han pedido una foto y un par de párrafos. Como mi texto tiene bastante más de dos párrafos, no sé si lo publicarán. Así que menos lo publico yo aquí:
“Este
tratado de libre comercio entre la Unión Europea y los Estados Unidos pretende
quitar las barreras no arancelarias para fomentar el comercio. Sin embargo,
estas “barreras” en general se refieren a NUESTROS DERECHOS – derechos
sindicales y laborales, a un consumo seguro, y a un medio ambiente no
contaminado”.
Esto lo
explicó ayer Cuca Fernández de ATTAC,
en una charla sobre el TTIP, organizada por el Grupo de Reflexión de
Navaluenga y la Asociación Vecinos de Navaluenga.
El TTIP (por las siglas en inglés: Transatlantic Trade
and Investment Partnership. En
castellano: Asociación Transatlántica de Comercio e Inversiones) lleva
negociándose desde junio de 2013. A pesar de sus enormes consecuencias en todos
los niveles, en España ha habido muy poco debate.
Cuca
Fernández nos explicó que para liberalizar aún más el comercio internacional se
pretende sobre todo eliminar las diferencias en cuanto a normas ambientales y
de protección a la salud, ya que los aranceles y cuotas actualmente son muy
bajas.
La idea es
hacer una equiparación de la
legislación, y que un producto aprobado en el país de orígen
automáticamente se considere apto para ser importado por todos los países
firmantes.
En la
práctica, significará una adaptación a
la baja. Por ejemplo, en cuanto a nuevas sustancias químicas, en Europa
rige (al menos en teoría) el “principio de precuación”, que aconseja tomar
medidas protectoras cuando se sospecha que un producto conlleva riesgos para la
salud o el medio ambiente, aunque no haya una prueba científica definitiva de
tal riesgo. En cambio, en EE UU hay que probar que un producto sea nociva para
tomar alguna medida que limite su comercialización, antes de eso se “supone”
que es seguro.
De hecho, la
legislación americana en cuanto a los transgénicos es mucho más laxa que la
europea, y con el TTIP en vigor probablemente ni se podría etiquetar los
productos que contienen organismos genéticamente modificados (a pesar de que en
EEUU la mayoría de la población también quieren tener la libertad de elegir si
comer maiz y soja transgénico o no...). Los límites máximos de residuos de
biocidas en los alimentos también son bastante más altos en EEUU.
Sin embargo,
la parte más escandalosa del tratado es el ISDS, el Sistema de Solución de
Diferencias para los inversores. En este sistema los inversores extranjeros
(los nacionales no) pueden demandar a los gobiernos a tribunales privadas,
especiales (y muy opacas) por “lucro cesante”, es decir, por cualquier norma o
decisión ( a nivel estatal, autonómico o municipal) que consideran que reducen
sus beneficios esperados.
Este
mecanismo ya existe en la mayoría de los tratados bilaterales que empezaron a
firmarse en los 90, para “dar seguridad a los inversores extranjeros”- muchas
veces a costa de la defensa de derechos humanos. Uno de los ejemplos
mencionados por la representante de ATTAC fue la demanda que puso la empresa
Veolia al Gobierno de Egipto, después de la “Primavera Árabe”, por haber
aumentado el salario mínimo desde la desde la cantidad equivalente a unos 40
euros hasta los 72 (...al mes).
Estas
demandas, que se harán aún más frecuentes con el TTIP, suelen llevar a unas
indemnizaciones muy grandes, que suponen una carga difícil de soportar para los
estados afectados.
Es
interesante también ver la experiencia de tratados similares, como por ejemplo
el NAFTA, entre los EE.UU., Canadá y México. Por la importante pérdida de
empleos, entre otras cosas, según los sondeos sólo el 15% de la población
estadounidense desean seguir con el tratado.
“La
intención del TTIP es transferir aún más poder desde los parlamentos a
organismos privados supranacionales, y fijar una normativa que siempre favorezca al inversor para que las grandes corporaciones tengan siempre garantizado el
beneficio”, decía Cuca Fernández, y comentó que cuando la gente se enteran de
este asunto suelen tener siempre la misma reacción que ayer tuvimos los que
estuvimos en la charla en Navaluenga:
“¿Cómo es
posible que la mayoría de los políticos están a favor de este tratado, que en
la práctica supondrá la muerte de toda democracia?”
Lena Pettersson
Un resumen estupendo. Es una pena que no fuera más gente, algunos por que no se enteraron.
ResponderEliminar