Con mi habitual retraso, esta semana he termindado de leer el cuaderno
monográfico sobre paraíses fiscales, “La caja B de la democracia”,
publicado por eldiario.es hace casi un año.
Bien quisiera yo que realmente importara este retraso, que su lectura fuera
ya obsoleta porque ya se hubiera terminado con estas estructuras causantes de
cada vez más desigualdad. Pero me parece que no es así.
El cuaderno está lleno de artículos interesantes, aunque a veces me cuesta
entender todos los detalles. Quizá por lo complicado de los tejemanejes legales
e ilegales para que los ricos sean cada vez más ricos – o quizá porque todavía
queremos creer que el sistema político-económico en el que vivimos al menos intente
organizar la sociedad de forma racional y justa. Y cuanto más nos
informamos nos damos cuenta que no es así, sino que el sistema más bien sirve
para cimentar las desigualdades y las injusticias (aparte de socavar la base de
nuestra sobrevivencia en el planeta).
Antes de poner el Cuaderno en la estantería de “lo ya leído”, quiero copiar
aquí unos extractos de él:
Recordemos primero qué es un paraíso fiscal. J P. Velázquez-Gastelu
(periodista y socio de la revista Alternativas Económicas) nos explica que es “un
territorio o país que exime completa o parcialmente a inversores extranjeros
que abren una cuenta bancaria o crean compañías domiciliados en ellos.” En
otro artículo el inspector de Hacienda Raúl Burillo subraya también esa
prioridad a los inversores extranjeros como una de las características, además
del secreto, la opacidad y el uso de testaferros.
En cuanto a las consecuencias que tienen los paraíses fiscales,
Velázquez-Gastelu nombra algunas: “...la opacidad de los paraíses fiscales
socava el ordenamiento legal de la mayoría de las naciones y obliga a los
ciudadanos de a pie a pagar más impuestos para compensar la pérdida de ingresos
fiscales. El secreto y la falta de supervisión permiten a políticos corruptos
saquear bienes pertenecientes a la comunidad y dar cobertura a delincuentes
como traficantes de seres humanos, narcotraficantes y mafiosos...”
Según el Magistrado emérito José Antonio Martín Pallín, “el mantra del
secreto bancario es un anacronismo incompatible con los valores democráticos.
Las actividades desarrolladas bajo su manto son más peligrosas y causan más
víctimas que el terrorismo...”
Y Raúl Burillo nos recuerda que “el enemigo está en casa. El Reino
Unido, Luxemburgo, Austria, Chipre y Malta son paraísos fiscales, o tienen
territorios que los son, o lo han sido y de forma extraña lo han dejado de ser,
pero mantienen secretos bancarios. Eso por no hablar de Suiza, Lichtenstein,
San marino o Andorra. Europa no lucha de verdad contra los paraísos
fiscales...”
Esto probablemente no debería sorprendernos, considerando que el actual
Presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, ha sido primer ministro
de Luxemburgo, uno de esos paraisos fiscales.
Como mencioné arriba, nuestro supuestamente democrático sistema posibilita
lo que mucha gente vemos como un robo:
“..Porque si hay un problema que obstaculiza la batalla contra la
operativa de los multinacionales en los paraísos fiscales es que resulta que
todos estos entramados (de los que el cuaderno dan muchos ejemplos, pero
que se hace demasiado largo explicar aquí) son, basicamente, legales. O como
mínimo no ilegales...” (Bruno Pérez Vázquez)
Y un último dato, proporcionado por Javier Gallego:
En España “dedicamos 80% de nuestros efectivos a perseguir el fraude de
profesionales liberales y autónomos que sólo supone 8% de lo estafado.
Hay también una muy buena viñeta de Manel Fontdevila sobre “el Paraíso
Español”, pero no lo encuentro en internet. Pongo otra relacionada con el tema:
Entonces, ¿qué podemos hacer nosotros, aparte de indignarnos?
Podemos informarnos, y apoyar alguna organización que trabaja por la
justicia financiera, como por ejemplo Attac:
http://www.attac.es/category/jufiglo/paraisos-fiscales-jufiglo/
Votar a algún partido que hace lo mismo. Poner presión a los políticos.
Crear opinión en las redes sociales.
Y a la hora de consumir: a medida de lo posible, evitar comprar productos
de las multinacionales (que son los que más utilizan las “ingenierías
financieras y fiscales”, pero que lamentablemente también son las más presentes en
la mayoría de los supermercados), buscando productos de empresas locales,
regionales, o al menos nacionales.
...Se me había olvidado un “detalle” importante: 33 de los 35 compañías más
grandes que cotizan en la bolsa española (el Ibex-35) tienen filiales en
paraísos fiscales...
(La próxima vez quiero escribir sobre la vida en el suelo, que es un tema
mucho más bonito...)
Lena