La semana pasada pasé unos días en Galicia. Como siempre, era hermoso el mar, y el viaje en tren para llegar allí también fue bonito - al menos gran parte de él. Pero cada poco tiempo desde la ventanilla se veía unas expresiones de la locura humana que todavía predomina en nuestro país (y lamentablemente, también en nuestro planeta), y que me horroriza: las obras del AVE a Galicia.
Se mueven miles y miles de toneladas de tierra, se hacen túneles para atravesar montañas, se gastan miles de millones de euros, ¿y todo para qué? Es un sinsentido escandaloso, y en palabras del Ingeniero de Caminos Julio Bermejo (en un artículo de la revista Ecologista) uno de los más claros ejemplos de la política de infraestructura que se ha llevado a cabo en España en los últimos decenios: "un tremendo desembolso económico aparejado con una clamorosa ausencia de planificación".
Para conectar a otras diez provincias españolas, los Presupuestos Generales de 2016 dedican 3.687 millones de euros a las inversiones en el tren de alta velocidad (unos veinte millones más que en 2015). Esto en el papel, porque me imagino que igual que todas las grandes obras, luego habrá importantes sobrecostes. En cambio, menos de una cuarta parte de esa cantidad se invierte en el tren convencional.
Ya España es el segundo país mundial en cuanto a kilómetros de lineas ferroviarias de alta velocidad (detrás de China). Si miramos los kilómetros construidos en relación con la población, es el primero. En cambio, si consideramos la ocupación de estos trenes, hay que buscar España bastante abajo en la lista - con las consecuentes pérdidas gigantes para el Administrador de Infraestructuras Ferroviarias, Adif.
De estas inversiones no nos beneficiamos la mayoría de la población: desaparecerá el tren convencional, subirán las tarifas, y nos obligarán a viajar en autobús o a recurrir a BlaBlaCar, como según me cuentan mis amigos ya ha pasado con otros trayectos.
Enfin, este año todavía he podido disfrutar tanto del viaje como de la estancia en Galicia.
Pero necesitamos un cambio urgente en la forma de administrar los recursos y el territorio, de organizar la economía y la sociedad.
Lena
Totalmente de acuerdo. El AVE es un despilfarro, una inversión gigantesca que no redunda en la mayoría de la población.
ResponderEliminarLas fotos, muy bonitas y sugerentes.