martes, 29 de septiembre de 2015

El suelo vivo

“Hemos caído en la trampa química porque hemos destruído la vida en el suelo” (Elaine Ingham, en Oxford Real farming Conference en enero 2015)

¿Qué es lo que hace que una tierra sea fértil?

Según la microbióloga Elaine Ingham, son los microorganismos que hay en el suelo: las bacterias, los hongos, los protozoos, los nemátodos, las lombrices... Si ellos están, es decir, si hay VIDA en el suelo, no necesitamos preocuparnos ni por los nutrientes, ni por el ph, ni por las plagas y enfermedades... Ellos se encargan de retener los nutrientes y hacer que sean disponibles para las raíces de las plantas. Además crean la estructura del suelo (que así deja que el agua se infiltre bien), descomponen toxinas y protejen las plantas contra organismos dañinos, controlan el ph, etc. Se encuentran sobre todo en la rizosfera, la zona cercana a las raíces de las plantas, ya que las bacterias y hongos se alimentan principalmente de lo que exudan esas raices.

Podemos proporcionar unas condiciones favorables a esos microorganismos, procurando que siempre crezca algo en la tierra, y que esté cubierta de materia orgánica. O si faltan los microorganismos, “inocularlos”  añadiendo compost de calidad. Y a la inversa, podemos perjudicar la vida en el suelo aplicando pesticidas, herbicidas o fertilizantes inorgánicas, o molestar la tierra labrándola en exceso. Como dice Elaine Ingham: “Cada vez que utilizamos pesticidas, destruimos muchos más organismos benéficos que organismos causantes de enfermedades”. Además, los fertilizantes inorgánicos, aparte de destruir la vida en en suelo donde se aplican, se pierden -en una media de 80%- por la lixviación (son filtradas y arrastradas por el agua) y aparecen en otro lugar transformados en problemas de contaminación.

Incluso, según Ingham, si tenemos a todos esos buenos microorganismos trabajando en el suelo no hace falta ni utilizar abonos orgánicos como el estiercol; TODAS las tierras del planeta tienen nutrientes de sobra, el problema es que no suelen estar disponibles a las plantas por carecer de vida la tierra, o por estar en desequilibrio.

Intento poner esto a la práctica: en la parte de mi prado que quiero convertir (con el tiempo) en un especie de “jardín forestal”, procuro plantar algo en cada nuevo trocito que he cavado. Recurro mucho a los tagetes, que son bonitos, de cultivo facil y que atraen muchas mariposas y abejas. Luego cubro la tierra alrededor con hojarasca o ramas trituradas.

Lo que creo que a veces hago mal es la combinación de las plantas. Por ejemplo, parece que es un error tener una tomatera al lado de un árbol frutal. ¿Por qué? Porque en la conferencia de Ingham he aprendido (tengo todavía que aprenderlo con un poco más detalle...) que en la sucesión natural (que empieza con las hierbas adventicias colonizando un terreno, y termina con un bosque) lo que cambia en la tierra es la proporción de bacterias y hongos. Y una tomatera quiere una tierra donde todavía predominan las bacterias, mientras un árbol prefiere una predominancia de hongos.

Hay mucho que probar, mucho que observar, muchos errores a cometer, mucho que aprender. A mí me resulta apasionante.


Lena

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