Las últimas semanas he estado leyendo números atrasados de Le Monde Diplomatique, que se habían acumulado en mi mesa por falta de tiempo.
Están llenas de artículos de plena actualidad aunque fueran escritos hace uno o dos años, y son un buen antídoto contra el pensamiento único reinante.
Uno resumía el discurso que el Papa Francisco hice a los participantes en el Encuentro Mundial de los Movimientos Populares en Roma el 5 de noviembre el año pasado.
Me ha sorprendido -muy gratamente- su radicalidad; tanto que he buscado el texto oficial de la Santa Sede para comprobar que realmente había dicho lo que yo leía en la revista.
Y sí, lo dijo.
Le Monde Diplomatique resume el discurso en cuatro rúbricas:
¡Rebelaos contra la tiranía del dinero!
¡Sed solidarios!
¡Revitalizad la democracia!
¡Sed austeros!
He elegido unos extractos, pero se puede leer todo el discurso aquí:
En este nuestro tercer encuentro expresamos la misma sed, la sed de justicia, el mismo clamor: tierra, techo y trabajo para todos.
Creo que este dialogo nuestro, que se suma al esfuerzo de tantos millones que trabajan cotidianamente por la justicia en todo el mundo, va echando raíces.(...)
Sin embargo, esa germinación que es lenta, que tiene sus tiempos como toda gestación, está amenazada por la velocidad de un mecanismo destructivo que opera en sentido contrario. Hay fuerzas poderosas que pueden neutralizar este proceso de maduración de un cambio que sea capaz de desplazar la primacía del dinero y coloque nuevamente en el centro al ser humano, al hombre y la mujer. (...)
¿Quién gobierna entonces? El dinero ¿Cómo gobierna? Con el látigo del
miedo, de la inequidad, de la violencia económica, social, cultural y
militar que engendra más y más violencia en una espiral descendente que
parece no acabar jamás. ¡Cuánto dolor y cuánto miedo! Hay -lo dije hace
poco-, hay un terrorismo de base que emana del control global
del dinero sobre la tierra y atenta contra la humanidad entera. De ese
terrorismo básico se alimentan los terrorismos derivados como el
narcoterrorismo, el terrorismo de estado y lo que erróneamente algunos
llaman terrorismo étnico o religioso, pero ningún pueblo, ninguna
religión es terrorista...
...Tenemos que ayudar para que el mundo se sane de su atrofia moral. Este
sistema atrofiado puede ofrecer ciertos implantes cosméticos que no son
verdadero desarrollo: crecimiento económico, avances técnicos, mayor
«eficiencia» para producir cosas que se compran, se usan y se tiran
englobándonos a todos en una vertiginosa dinámica del descarte… pero
este mundo no permite el desarrollo del ser humano en su integralidad,
el desarrollo que no se reduce al consumo, que no se reduce al bienestar
de pocos, que incluye a todos los pueblos y personas en la plenitud de
su dignidad, disfrutando fraternalmente de la maravilla de la Creación.
Ese es el desarrollo que necesitamos: humano, integral, respetuoso de la
Creación, de esta casa común...
...Quisiera señalar dos riesgos que giran en torno a la relación entre
los movimientos populares y la política: el riesgo de dejarse encorsetar
y el riesgo de dejarse corromper.
Primero, no dejarse encorsetar, porque algunos dicen: la
cooperativa, el comedor, la huerta agroecológica, el
microemprendimiento, el diseño de los planes asistenciales… hasta ahí
está bien. Mientras se mantengan en el corsé de las «políticas
sociales», mientras no cuestionen la política económica o la política
con mayúscula, se los tolera. Esa idea de las políticas sociales
concebidas como una política hacia los pobres pero nunca con los pobres, nunca de
los pobres y mucho menos inserta en un proyecto que reunifique a los
pueblos a veces me parece una especie de volquete maquillado para
contener el descarte del sistema. Cuando ustedes, desde su arraigo a lo
cercano, desde su realidad cotidiana, desde el barrio, desde el paraje,
desde la organización del trabajo comunitario, desde las relaciones
persona a persona, se atreven a cuestionar las «macro-relaciones»,
cuando chillan, cuando gritan, cuando pretenden señalarle al poder un
planteo más integral, ahí ya no se lo tolera. No se lo tolera tanto
porque se están saliendo del corsé, se están metiendo en el terreno de
las grandes decisiones que algunos pretenden monopolizar en pequeñas
castas. Así la democracia se atrofia, se convierte en un nominalismo,
una formalidad, pierde representatividad, se va desencarnando porque
deja afuera al pueblo en su lucha cotidiana por la dignidad, en la
construcción de su destino...
...El segundo riesgo, les decía, es dejarse corromper. Así como la
política no es un asunto de los «políticos», la corrupción no es un
vicio exclusivo de la política. Hay corrupción en la política, hay
corrupción en las empresas, hay corrupción en los medios de
comunicación, hay corrupción en las iglesias y también hay corrupción en
las organizaciones sociales y los movimientos populares. Es justo decir
que hay una corrupción naturalizada en algunos ámbitos de la vida
económica, en particular la actividad financiera, y que tiene menos
prensa que la corrupción directamente ligada al ámbito político y
social. Es justo decir que muchas veces se manipulan los casos de
corrupción con malas intenciones. Pero también es justo aclarar que
quienes han optado por una vida de servicio tienen una obligación
adicional que se suma a la honestidad con la que cualquier persona debe
actuar en la vida. La vara es más alta: hay que vivir la vocación de
servir con un fuerte sentido de la austeridad y la humildad. Esto vale
para los políticos pero también vale para los dirigentes sociales y para
nosotros, los pastores. Dije “austeridad”. Quisiera aclarar a qué me
refiero con la palabra austeridad. Puede ser una palabra equívoca.
Austeridad moral, austeridad en el modo de vivir, austeridad en cómo
llevo adelante mi vida, mi familia. Austeridad moral y humana. Porque en
el campo más científico, científico-económico si se quiere, o de las
ciencias del mercado, austeridad es sinónimo de ajuste. A esto no me
refiero. No estoy hablando de eso.
A cualquier persona que tenga demasiado apego por las cosas
materiales o por el espejo, a quien le gusta el dinero, los banquetes
exuberantes, las mansiones suntuosas, los trajes refinados, los autos de
lujo, le aconsejaría que se fije qué está pasando en su corazón y rece
para que Dios lo libere de esas ataduras...
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Bueno, podría seguir copiando extractos del discurso, pero va a ser demasiado larga esta entrada.
Mi impresión general es que el Papa Francisco está haciendo lo que puede para que la iglesia católica vuelva hacia el cristianismo de los evangelios. ...Aunque esto no haya llegado mucho a la iglesia en España.
Lena