LLaman "medida fitosanitaria" a la práctica destructiva de la quema de rastrojos, que ahora la Junta de Castilla y León permite también la comarca agraria Arévalo-Madrigal.
http://bocyl.jcyl.es/boletines/2017/02/27/pdf/BOCYL-D-27022017-10.pdf
http://bocyl.jcyl.es/boletines/2017/02/27/pdf/BOCYL-D-27022017-10.pdf
Para que entendamos qué significa esta práctica, vuelvo a poner aquí el artículo escrito por un compañero de Equo hace unos meses:
EQUO AVILA considera la quema de rastrojos y restos de poda una práctica destructiva que debemos abandonar
Hace unas semanas se publicó en Bocyl el orden que autoriza la quema de rastrojos como “medida fitosanitaria”. Desde Equo Ávila recordamos que esta práctica es muy destructiva, y solicitamos una prohibición efectiva, en coherencia con el resto de la legislación española y europea.
El suelo es la base y el alimento de las plantas y por derivación de multitud de seres vivos que de ellas dependen, incluídos los humanos. Para que un suelo produzca ha de ser rico en materia orgánica y microorganismos, y por supuesto en biodiversidad.
Esos microorganismos, que son seres vivos que transforman los restos vegetales y animales en el humus enriquecedor, son los que mueren con la quema de rastrojos y de restos vegetales.
Con las llamas desaparecen también semillas de plantas, e insectos de todo tipo -tanto “buenos” como “malos”- junto con animales vertebrados que se queman, como anfibios y reptiles, y otros que pierden sus refugios como las aves. Además, todos los años se producen grandes y graves incendios por negligencia en las quemas.
A este empobrecimiento de suelos y de vida, se añade el aumento de Óxidos de Nitrógeno y sustancias cancerígenas como Benzopirenos, y el aumento de la erosión y la desertificación. El suelo pierde su capacidad de almacenar agua, y se contribuye al cambio climático a la vez que se empeoran las conscuencias de este cambio. En España ya un 20% de nuestro suelo esta calificado como desértico y un 75% esta en peligro de desertización.
Se destroza el equilibrio del suelo, el ecosistema, y luego lo tenemos que reparar con abonos sintéticos, con insecticidas específicos y con herbicidas también específicos; todo esto se traduce en suelos menos fértiles, y mayor gasto económico. Debemos entender que las plagas actuales son plagas por la ausencia de depredadores y porque consiguen sobrevivir a estas prácticas de quemas masivas, beneficiándose de los monocultivos.
La Junta de Castilla y León, en su Real Decreto 1078/2014, que establece las normas que deben cumplir los beneficiarios de los pagos directos de la PAC, en el anexo II, afirma que es bueno el mantenimiento del nivel de materia orgánica en el suelo mediante prácticas adecuadas, incluida la prohibición de quemar rastrojos. Sin embargo, esta prohibición sólo figura en el decreto para poder cobrar las ayudas, como comprobamos en la siguiente frase, también en el mismo párrafo:"excepto por razones fitosanitarias". Es decir, la quema de rastrojos elimina materia orgánica y atenta contra la salud pública, el medio ambiente, la fitosanidad y el bienestar animal...pero a pesar de esto, se permite por algo tan general y vago como “razones fitosanitarias”. Lo consideramos un completo contrasentido.
¿Existen casos en los que esté justificada una quema de material vegetal? Seguramente sí, ya que puede haber focos de enfermedades muy contagiosas, o focos de especies vegetales invasoras muy localizadas. Pero son casos muy concretos, que no se pueden utilizar como excusa para quemar el 75% de la superficie de cultivos herbáceos de Castilla y León, como es el caso actual.
En Equo consideramos que las normas deben ser coherentes, y que se debe promover las prácticas alternativas que existen, como: enterrar los rastrojos, picar los restos de poda y esparcirlos en el suelo, pastarlo con ganadería extensiva, beneficiar a la fauna auxiliar con setos y refugios, la rotación de cultivos e incluso el desbrozado mecánico.
Pensamos que la administración debe implicarse en la solución, con información y ayudas económicas, por ejemplo para que las personas que trabajan en el campo puedan adquirir equipos de picado de restos de podas (para evitar riesgos de incendio, a la vez que se ahorra agua y se aumenta la fertilidad del suelo), y potenciando el uso de maquinaria en común para el transporte y triturado de material vegetal, especialmente en áreas de difícil acceso, terrazas y minifundios – y también de todos los restos de podas del arbolado urbano de miles de pueblos, que suelen convertirse en gases contaminantes, en lugar de utilizarse como un recurso. Cuando la administración empiece a tomarse en serio el cambio climático, la salud de la gente, la fertilidad del suelo, la biodiversidad, y la economía en sentido amplio y profundo, las cosas empezarán a cambiar en esta tierra nuestra.
Juan Carlos Rico