Para ir en coche desde mi casa hasta el pueblo hay que ir muy despacio, por los cientos de baches y surcos que están cada vez más profundos.
Así que conduzco a 20 o 10 kilómetros la hora, escuchando buena música y deleitándome con la exuberancia de color y vida que hay en el campo.
Es al llegar a las primeras casas del pueblo que -aunque el coche ruede mejor por el asfalto- desaparece la alegría.
Y cada día pienso lo mismo: Es imposible que alguien en su sano juicio pague (en este caso, con dinero público) para que los bordes de las calles sean más feos y envenenados (conclusión: que abunden los juicios malsanos...).
El camino antes de llegar al pueblo:
¿Esto es la idea del Ayuntamiento de un pueblo "limpio" y bonito?
En cambio, en una pequeña calle particular, donde no se ha aplicado herbicidas, se pueden encontrar estas pequeñas maravillas tapizando el terreno:
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Paronychia argentea ("Nevadilla", "Sanguinaria") |
Hace unos días, después de pasar por Burgohondo y Navatalgordo, dos pueblos que ahora están adornados del color naranja alegre de las caléndulas, constaté de nuevo que vivo en el pueblo más feo de la zona - por tener unos gobernantes locales tan sumamente antiecológicos (y antidemocráticos).
En cambio, conozco a vecinas aquí que intentan no sólo tener su propio jardín o casa bonitos, sino que plantan Don Diegos u otras flores donde hay unos palmos de tierra en sus calles (o incluso en las ranuras entre el asfalto y algún muro), sólo para ver como llegan los empleados del Ayutamiento y las cortan o echan veneno encima para secarlas.
Pienso que debemos tener muy claro que lo que hacen no es "curar", sino envenenar.
Lena