domingo, 16 de agosto de 2015

Charla-debate sobre educación

El pasado martes acudimos mi madre y yo a la charla-debate sobre Educación que había organizado Lena. En un jardincito muy agradable al fondo del bar El Arroyo nos dispusimos a realizar una actividad muy poco veraniega; parece que el calor y las vacaciones animan poco a pensar.
Lo primero que debería resaltar es que fue una experiencia muy positiva para ambos. Escuchamos muchas opiniones diferentes, algunas de personas directamente relacionadas con la Escuela, siempre en un tono muy ameno. Desde nuestro punto de vista, la educación está en la raíz de la mayoría de los problemas que vemos en nuestra sociedad y el mundo: si las personas recibieran una educación adecuada (tanto escolar como extraescolar) no cometerían atrocidades, no se guiarían en base al egoísmo o la corrupción, no actuarían sin tener en cuenta a los demás, etc. Por lo tanto, actuar a nivel de educación es actuar en el origen de los problemas (que, desde luego, no es poco).
Aquí está la esencia de la cuestión, porque ahora tenemos que definir lo que es una educación adecuada. Para ello, Lena planteó (o lo intentó) tres preguntas a la “audiencia”.
¿Cuál es, o debería ser, el objetivo de la educación? El objetivo debería ser, desde nuestro punto de vista, producir personas libres (libres intelectualmente), con conciencia de que viven y están conectados a una sociedad con la que comparten derechos y obligaciones.  
¿Qué se necesitaría aprender para cumplir tal objetivo? Creemos que, más allá de conocimientos concretos, el hincapié de la educación debería centrarse en otorgar a los alumnos dos habilidades: curiosidad (porque, con curiosidad, la persona ya busca por sí misma los conocimientos que le interesan en esta sociedad donde la información abunda) y espíritu crítico (para, una vez se accede a la información, ser capaz de discernir entre lo que es objetivo y lo que es una mentira interesada).
Y, ¿cómo se aprendería eso mejor? Creemos que esas habilidades se fomentan potenciando las Humanidades en la educación (especialmente la música, las artes plásticas, la literatura, la historia, la filosofía, el civismo). La historia, por ejemplo, si se nos enseña bien, nos permite comprender por qué las cosas ocurrieron como ocurrieron y cómo hemos llegado a nuestra situación actual, para bien y para mal.  
En un sentido más práctico, creemos que, para empezar, la escuela pública necesita más medios (más profesores por alumno, por ejemplo); también maestros más en contacto con las nuevas teorías pedagógicas (que, por lo que sabemos, coinciden con nosotros en otorgar un gran valor a la curiosidad, la creatividad, la mentalidad crítica), y desde luego leyes educativas que no orienten la educación como una fábrica de futuros obreros. Porque la mayor ironía es que eliminar las humanidades de la educación y centrarse en las disciplinas “útiles” (matemáticas, ciencias aplicadas, tecnología) precisamente genera personas menos productivas. (Sobre este tema, recomiendo el libro Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades, de Martha Nussbaum, Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales).
En fin, fue una charla muy amena que consiguió sacarnos del sopor veraniego y nos hizo pensar. Esperamos con ganas la siguiente.
Miguel y Maricarmen

Paul Klee (1879-1940), "El Mensajero del Otoño", 1922

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