Hoy he leído un artículo de
Vincenç Navarro en el periódico Público, en el que asegura que la gran mayoría
de la población española no ha oído ni leído prácticamente nada sobre el
Tratado de Libre Comercio entre EEUU y la Unión Europea; y que, si han leído u
oído algo, seria favorable a este tratado ya que "los mayores medios de
información y persuasión, en manos de grandes grupos financieros y
empresariales, o bajo el control de opciones políticas próximas e estos intereses
seguro que proveerán las cajas de resonancia para que el lector, el oyente y el
televidente de tales medios saque esta percepción de dicho tratado".
Según Vicenç Navarro, sólo
necesitamos mirar otros tratados semejantes al TTIP para ver quiénes se han
beneficiado de ellos y quienes han sido perjudicados. Menciona al Premio Nobel
de Economía Joseph Stiglitz que escribió un artículo titulado "No negocien
con nuestra salud", en el que detalla cómo la industria farmacéutica, una
de la mas poderosa de EEUU, está escribiendo las reglas del nuevo
Tratado de Libre Comercio de la Asociación Trans-Pacífico, que regula el
intercambio de fármacos en los países del Pacífico. Su objetivo es crear
sistemas de propiedad monopolística que imposibiliten medidas que rompan con
tal monopolio, y dar a la industria el poder para definir el precio de los
productos farmacéuticos mediante el establecimiento de patentes e
imposibilitando el desarrollo, venta y y distribución de productos genéricos,
no sujetos a patentes.
Tener una patente quiere decir
que la industria que ha producido el fármaco patentado tiene pleno control de
la producción y distribución del producto durante un largo período de tiempo,
pudiendo poner el precio que quiera por el fármaco. El caso mas conocido es el
fármaco que cura la Hepatitis C (en un 97% de los casos), cuyo precio en EEUU
es de 84.000 dólares por paciente, mientras que en la India, un genérico del
fármaco se vende por menos de 1% de ese precio.
La intención de este Tratado, desde el punto de vista de la industria farmacéutica, es dificultar al máximo la introducción de los productos genéricos no patentados. Y lo están consiguiendo. Las normas las están escribiendo las grandes empresas farmacéuticas , que utilizan la gran influencia comercial y diplomática del gobierno federal de EEUU para aplicar estas normas a los once países del área del Pacífico, que forman parte del Tratado, dónde la extensión de los genéricos ha alcanzado niveles alarmantes para las grandes empresas. Igual ocurre en EEUU, donde los genéricos representan el 86% de todas las ventas de fármacos. De ahí la movilización de tales grandes empresas para revertir el proceso, utilizando como argumento la necesidad de aumentar el comercio. En realidad, la aplicación de sus propuestas es precisamente lo opuesto a lo que indican. Su exigencia a los Estados de permitirles un comportamiento monopolístico se basa en la necesidad de recuperar el dinero supuestamente invertido en el descubrimiento y producción del nuevo fármaco, cuando, en verdad, son gastos de marketing y promoción; ya que parte del conocimiento científico sobre el cual se producen los nuevos fármacos proceden de universidades y centros de investigación que son financiados públicamente.
Navarro hace una última reflexión:"La
única defensa que la ciudadanía tiene, es hacer valer su influencia sobre las
instituciones democráticas, para exigir plena transparencia en la preparación
de esos tratados, rompiendo con la opacidad que intenta ocultar el maridaje y
la complicidad de los intereses particulares de lobbies económicos con las
agencias reguladoras públicas cautivas de tales intereses".
Maricarmen
No hay comentarios:
Publicar un comentario