jueves, 1 de agosto de 2019

"Hay que prepararse para mitigar los efectos de las temperaturas crecientes en nuestro día a día."

La última semana el tiempo nos ha dado un respiro, con temperaturas más bajas, y hasta unas gotas caídas del cielo, que nos recordaban lo delicioso que huele el aire después de la lluvia. Pero sólo acaba de empezar el mes de agosto; vendrán más olas de calor, y la sequía sigue.

En el artículo “El largo verano” (publicado en la revista Ecologista, y también en otros medios), Antonio Castaño Tierno, del colectivo Contra el Diluvio, explica como nos afecta en España el cambio climático:

Lo que la Agencia Estatatal de Meteorología, AEMET, define como “verano climatológico” ha pasado a durar 2 meses en 1971 (del 15 de julio al 16 de septiembre), a casi 3 meses y medio en 2017.
También ha aumentado el número de “noches tropicales”, en las que la temperatura no baja de un cierto umbral, que depende de la localización. Asimismo han subido las temperaturas máximas diurnas, que están relacionadas con un aumento brusco de la mortalidad en la población de riesgo (ancianos, niños, y personas con problemas respiratorias).

Y las zonas semiáridas se extienden cada vez más.
Copiamos aquí unos extractos del artículo:

...Una vez tenemos el diagnóstico, ¿qué podemos hacer? ¿Cuál es el camino a seguir? Este informe se refiere a cosas que ya han pasado. Las consecuencias del cambio climático en España son ya palpables. Nos hemos fijado en lo que afecta directamente a la salud humana, pero no son menos importantes las consecuencias en la disponibilidad de agua, la eficiencia de los cultivos o el agotamiento de los suelos. Es evidente que debemos, como sociedad, ir hacia una tasa de emisiones cero, además de presionar para que esta transición se lleve a cabo en todo el mundo de forma justa y cargando el coste en los países más ricos (y, en particular, en las élites industriales de esos países). Pero eso no es suficiente. La temperatura seguirá aumentando aunque cesen las emisiones. Hay que prepararse para mitigar los efectos de las temperaturas crecientes en nuestro día a día. (…)

Sabemos que parte del aumento de las temperaturas en las ciudades se debe al efecto isla de calor, y que este deriva en gran medida de la actividad industrial, de los vehículos a motor, de las calefacciones y aires acondicionados. Es cuestión, pues, de eliminar los vehículos a motor, trabajar menos y pasar a sistemas de climatización pasiva. Sabemos que una zona arbolada puede llegar a estar diez grados más fresca que antes de que hubiera árboles. Plantemos árboles, entonces. Sabemos, también, que las personas mayores y las más pequeñas son las más vulnerables a los estragos del clima cambiante. Construyamos y diseñemos poniéndolos en el centro y no dejándolos a un lado. Sabemos que todo esto costará dinero, pero también sabemos quién se ha enriquecido a costa de los que más sufrirán el caos climático. (…)

Las medidas necesarias para hacer nuestras ciudades y pueblos más frescos y vivibles son, en gran medida, coincidentes con las que tendremos que llevar a cabo para eliminar las emisiones de gases de efecto invernadero...”.

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En las pasadas elecciones para el ayuntamiento de Ávila, varios partidos mencionaron en sus programas las “cinturones verdes”, o “corredores verdes”. Estos espacios, además de su importancia ecológica, hacen más habitable una ciudad, invitando a la gente a moverse por ella a pie o en bici, lo que podría ser el comienzo de un “círculo virtuoso” ayudando a reducir el uso del coche.

...Y habría que acabar con las podas mutilantes del arbolado urbano, que todavía son costumbre en muchos pueblos de la provincia, y que nos privan de sombras necesarias (y belleza) a la vez que exponenen los árboles a todo tipo de plagas y enfermedades.

Lena Pettersson

 
Olmo mutilado, que se defiende conviertiendo su forma en la de un arbusto.

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