En el pasado mes de mayo
muchos medios nos informaron de que el nivel de CO2 en la atmósfera,
detectado por la agencia meteorológica estadounidense, el Observatorio
de Mauna Loa en Hawai, era el más alto (414,7 partes por millón) desde
que la estación empezó sus mediciones hace 61 años.
En la última década la
concentración del CO2 ha estado aumentando en un promedio de 2,2 ppm al
año; desde mayo 2018 había subido 3,2 ppm.
A este ritmo nos estamos
acercando cada vez más rápido a los 450 ppm, que según los científicos
puede marcar el punto en el que se disparan los efectos climáticos
extremos. El nivel al que deberíamos aspirar a volver es de 350 ppm, que
corresponde a la concentración de CO2 que había en la atmósfera en
1986, y que se considera más o menos “seguro”.
Sin embargo, a pesar de la importancia de esta noticia, la mayoría de los medios y la gente la olvidamos rapidamente.
Para recordarnos que
estamos en una situación de emergencia, el periódico británico The
Guardian ha decidido publicar estos niveles de CO2 en su pronóstico
diario del tiempo. El 22 de agosto había 410,24 ppm, un aumento de más
de 3 ppm respecto a la misma fecha de 2018.
Como cada año, los
niveles en agosto son más bajos que en mayo, ya que al crecer la
vegetación del hemisferio norte absorbe CO2 atmosférico y emite oxígeno.
Según la redactora jefe del periódico, “hay que recordar a la gente que la crisis climática ya no es un problema futuro; tenemos que afrontarlo ahora, y cada día importa.”
Y como subraya Damian Carrington en su artículo, “independientemente
de como medimos el cambio climático, una cosa está clara: para limitar
el calentamiento a 1,5% necesitamos reducir las emisiones a la mitad
para el 2030, y conseguir cero emisiones en 2050. Probablemente
tendremos también que sustraer CO2 de la atmósfera, quizá mediante una masiva restauración de la naturaleza”.
A juzgar por los
comentarios publicado, los lectores celebran esta decisión, y comparten
propuestas de como mejorar aún más la información: por ejemplo incluir
los datos de los niveles de metano y óxido nitrógeno, los otros dos
principales gases de efecto invernadero. O en lugar de la página del
tiempo, publicar los datos en la página de Economía junto con los de la
Bolsa o del Producto Interior Bruto (PIB), para así mostrar “la relación entre la manera en la que pensamos que se genera la riqueza y el precio real que pagamos por ello”.
Además, en la misma página de Economía se podría incluir los
indicadores de la desigualdad, la población de
humanos/insectos/delfines/tigres, el superficie cubierto de bosques,
número de personas muertas por la contaminación del aire…
Y ¿qué puede hacer cada uno de nosotros?
A parte de
las acciones relacionadas con la alimentación -uno de los temas
preferidos en Voces de Ávila- dos de los cambios sencillos es contratar
la electricidad a una comercializadora que sólo vende energía de fuentes
renovables (como Gesternova, las cooperativa Energética y Som Energía, y
otras muchas), y cambiar el buscador de Google por el de Ecosía, que
dedica el 80% de sus beneficios a plantar árboles en distintos lugares
del mundo.
Lena Pettersson