Es
impresionante la cantidad de falsedades y afirmaciones absurdas que
los políticos en el poder en Castilla y León pueden expresar sin
que los periodistas se paren a cuestionar nada.
En
un artículo enviado desde SPC y publicado tal cual en el Diario de
Ávila y otros periódicos de CyL el pasado viernes, la Consejera de Agricultura
Milagros Marcos se explaya sobre los beneficios que -según ella- las
grandes granjas de cerdos generan para el territorio.
Según
la consejera, las “macrogranjas”
no existen, ya que la palabra tiene connotaciones peyorativas, y ella
afirma que las explotaciones que hay son “competitivas
y bien dimensionadas”.
Los
últimos años han proliferado las explotaciones intensivas, y
actualmente hay más de 30 millones de cerdos en España, que generan
más de 60 millones de metros cúbicos de estiercol al año. Nuestro
país es el tercer exportador de carne de cerdo del mundo, detrás de
EE.UU y China. 90% de los cerdos se crian “en intensivo” - es
decir confinados en “fábricas de carne” sin salir nunca, sin
apenas poder moverse- y las granjas son cada vez más grandes y
concentradas en menos manos.
Entre
2016 y 2017 en Castilla y León se presentaron 200 proyectos de
explotaciones intensivas de cerdos, y del centenar de autorizaciones
y evaluaciones de impacto ambientales publicados en la página de la
Junta en el último medio año, casi todos son de explotaciones
porcinas.
Aunque
mucho menos que en la vecina Segovia, en la provincia de Ávila han
surgido ultimamente varios proyectos de creación o ampliación de
explotaciones, como por ejemplo en Fontiveros (3.699 plazas), Fuente
del Año (2.484), Herrero de Suso (2.100), Madrigal de las Altas
Torres, Cisla…
Para
la consejera, los que se oponen a estas granjas son “populistas”
que “desinforman”
y “demonizan
la actividad ganadera”
por “cuestionen
ideológicas”.
Estos
son algunos datos y aspectos que Milagros Marcos debe de considerar
como “desinformación” (o al menos irrelevantes) - algunos
encontrados en instituciones tan populistas como la Comisión
Europea, la FAO, o la Universidad Católica de Ávila.
Un
informe publicado el pasado verano por la FAO y el Instituto
Internacional de Gestión del Agua (IWMI), “More people, more food,
worse water”, conluye que la contaminación
de las aguas
tienen tres fuentes principales: el uso excesivo de fertilizantes
sintéticos, el abuso de pesticidas, y la ganadería y los purines
que genera.
España
vulnera los límites permitidos de emisión
de amoniaco,
con un exceso de 30% respecto a lo que establece la normativa
europea. En su análisis, la Comisión Europea afirma que 96% de las
emisiones provienen del sector agrario, y que las dos fuentes
principales son las granjas porcinas y los fertilizantes sintéticos.
En el Registro Estatal de emisiones también se constata que, de las
2.500 empresas cuyas emisiones rebasaron lo permitido en los últimos
10 años, 94% eran granjas de cerdos.
Las
granjas de cria intensiva agravarán el problema de la contaminación
de las aguas superficiales y subterráneas por nitratos,
ya existente en gran parte de la provincia de Ávila Un trabajo hecho
en la Universidad Católica de Ávila y presentado en CONAMA en 2009,
muestra que en la Moraña (donde están ubicadas la mayoría de las
granjas) se encontraron unos niveles medios de 111 mg de NO3 por
litro de agua, y máximos de 1203 mg.
La
legislación Española y de la UE ha establecido el límite de 50
mg/l como el máxime para el consumo humano. Sin embargo, otras
administraciones como la Agencia para la Protección del Medio
Ambiente Norteamericana (EPA) situa este límite en 10 mg/l.
El
consumo de agua con altas concentraciones de nitratos inhibe el
transporte de oxígeno en la sangre, y es especialmente peligroso
para los niños. También hay varios estudios científicos que
relacionan un consumo a largo plazo de agua con concentraciones de
nitratos que aquí se consideran bajas (5-10 mg/l) con un aumento de
riesgo de sufrir hipotiroidismo, y cancer de varios órganos como
estómago, vejiga, ovarios, y colon. Este riesgo aumenta aún más en
personas que consumen mucha carne roja, como suele ser el caso aquí.
En
un informe de la misma Junta de Castilla y León del 2016, casi todos
los municipios de la Moraña están entre los 716 municipios que se
considera deban ser designados como zonas vulnerables, algo que
debería recoger un decreto que la Junta sin embargo parece reticente
a promulgar.
Además
está el problema de la sobreexplotación
de los acuíferos.
Los municipios de Fontiveros, Madrigal de las Altas Torres, Cisla y
Fuente del Año están todos declarados como “Zonas No Autorizadas”
en el Plan Hidrológico del Duero. En estas zonas no se deben
autorizar nuevas extracciones de agua subterránea hasta que no se
“superen los actuales desequilibrios hidrológicos”.
En
las granjas de engorde de cerdos, en su corta vida cada animal
consume unos 5 metros cúbicos de agua, y genera unos 2 metros
cúbicos de purines.
En
estos purines también suele haber residuos de todo tipo, por ejemplo
de antibióticos. En la EU el uso de antibióticos como “promotores
de crecimiento” está prohibido desde el año 2006, pero todavía
se utiliza de manera profiláctica, para prevenir enfermedades.
Según
el informe de la organización Food
&
Water Europe,
España tiene el consumo más alto de antibióticos de la Unión
Europea. En 2014, una tercera parte de todos los antibióticos para
uso animal en la UE se vendía aquí, y la industria ganadera (sobre
todo porcina y avícola) los utiliza en una concentración tres veces
más alta por kilo de carne que en Alemania, y diez veces más alta
que en Dinamarca.
En
el artículo en Diario de Ávilase puede leer que “Marcos
cifra en un 40 por ciento la población adicional que hay en aquellos
lugares donde existen explotaciones de porcino bien dimensionadas”.
Sin embargo, para mucha gente, las granjas “bien dimensionadas”
son justamente las granjas pequeñas que han ido desapareciendo, y
que sí creaban empleo. En cambio, las grandes explotaciones
intensivas y muy mecanizadas necesitan muy poca mano de obra: basta
con un empleado para criar varios miles de cerdos. Según un informe
de COAG del 2015, citado por Food & Water Europe, 70 a 80% de
los costes de producción en estas granjas va a la alimentación –
sobre todo soja importado – mientras que los costes laborales sólo
suponen unos 2% del total.
En
una entrevista el verano pasado, la consejera daba unas cifras aún
más exageradas: 90% de población adicional.
Los
crecientes movimientos contra las macrogranjas afirman que es al
revés: donde se instalan estas explotaciones se acentúa el problema
de la despoblación. ¿Quién va a querer vivir en un lugar lleno de
malos olores y agua contaminada, y más sabiendo que cerca hay miles
de seres vivos que sufren unas horribles condiciones de vida,y
muerte... (como han documentado varias organizaciones de Derecho
Animal)?
Pero
Milagros Marcos prefiere pensar que “Espana
es uno de los países más exigentes a la hora de establecer las
condiciones y requisitos desde el punto de vista ambiental, de
calidad y sanitario”,
eligiendo ignorar que las normativas existentes han sido transpuestos
-obligatoriamente- de directivas europeas, y que faltan controles y
garantías de que realmente se cumplan.
Aunque
quizá en algún punto Marcos tiene razón: es posible que las
personas que nos oponemos a las macrogranjas (que sí existen)
compartimos una ideología,
un
sistema de ideas y valores. Por ejemplo los siguientes:
-
Los animales son seres vivos, y se debe limitar su sufrimiento todo
lo posible.
-
Unos beneficios privados no justifican la contaminación y
degradación del aire, suelo y agua.
-
Se debe fomentar las actividades que son sostenibles y que realmente generan empleo.
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