sábado, 6 de octubre de 2018

¿Cambiar los libros de texto cada año tiene sentido?

Los amigos que tienen hijos que van a la escuela me cuentan sobre la cantidad de libros que hay que comprar, algo que significa un desembolso dificil de asumir para muchos.

Ayer un amigo me contó que para su hija que ha empezado el primer curso de la primaria, había que comprar en total 18 libros, por unos 300 euros. 18 libros para niños que apenas saben leer. Y varios de ellos en inglés.

Él se niega a comprarlos. Es el único en el colegio que ha tomado esa decisión, pero yo pienso que hace bien.

¿O alguien cree que todos estos libros -nuevos cada año- realmente son imprescindibles para que los niños aprendan las cosas necesarias para desenvolverse en el mundo?

Me parece que hay muchas cosas que son de determinada manera, no porque tenga sentido, sino porque alguien se beneficia: desde las complejidades administrativas que dan trabajo a notarios y gestorías, hasta el cambio anual de libros de texto inflando el negocio para determinadas editoriales.

Creo que tuve mucha suerte de estudiar donde y cuando lo hice. Fueron años de bastante libertad y participación (...aunque también de mucho más respeto que ahora por lo que me cuentan tanto en España como en Suecia). Hasta llegar a la universidad no tenía que comprar los libros; los prestaban el colegio y el instituto. Eran libros de referencia, de conocimiento básico que no cambiaba de un año a otro. Sí teníamos la opción de comprarlos (barato, ya que eran de segunda mano) al final de los cursos. Yo todavía tengo mis gramáticas de Inglés, de Alemán y de Francés, además del libro de Biología del curso noveno, y el de Historia de Religiones del Bachillerato.

De hecho, al pensar en escribir esta entrada los he sacado de mi librería para hojearlos, y me ha dado ganas de volver a leerlos.

¿Hay alguien que tiene ganas de volver a leer los libros de texto de los últimos años? Los que yo he visto aquí tienen muchos fotos y dibujos y poco texto,  que además suele ser poco inspirador. Y en general son carísimos.

Pero aquí también se han hecho buenos libros. Por ejemplo la Enciclopedia del Estudiante en varios tomos, publicada por Santillana en 2005, y vendida la colección más tarde con El País.

Si he entendido bien es cada colegio o instituto que decide qué libros utilizar (o si utilizar libros o no). Pero ignoro en base a qué criterios lo hacen.

Lena

1 comentario:

  1. La Constitución Española señala en su "Título I. De los derechos y deberes fundamentales", y específicamente en el Artículo 27.4: "La enseñanza básica es obligatoria y gratuita". Esto no tiene mucho debate, la educación básica en España está reglada entre los 6 y los 16 años, por lo que es el Estado quien "obliga" a ella, pero también quien debe correr con todos los gastos dado el carácter de gratuidad especificado en la ley suprema que viene a ser la Constitución. No se puede obligar a hacer algo que debe ser gratuito y obviar la segunda parte.

    Pero es más, incluso si se quisiera obviar la parte constitucional que afecta a la gratuidad de la educación, para ello habría que crear una ley estatal, como indica otro artículo de la Constitución, Artículo 31.3: "Sólo podrán establecerse prestaciones personales o patrimoniales de carácter público con arreglo a la ley". Esto viene a decir que, en caso de que se pretenda solicitar a los ciudadanos que paguen algo a lo que tienen derecho tendría que existir previamente una ley que los obligue a ello, y no es el caso, ya que no hay ninguna que obligue a comprar los libros de texto en todo el territorio nacional, y de hecho si la hubiera haría entrar en conflicto los dos artículos mencionados anteriormente, porque vendría a ser como una tomadura de pelo que se diga que algo es gratuito porque corre a cuenta del Estado, pero que si a éste no le viene bien pues se inventan una ley y ya está solucionado el problema. por supuesto siempre habrá quien diga que para eso están las becas, pero en en Artículo 27.4 no se especifica que se tenga que demostrar indigencia o falta de medios para disfrutar del derecho a la gratuidad de una educación obligatoria.

    Son los propios colegios los que marcan los libros de texto que se van a utilizar en cada curso, lo hacen en base a un currículo que les indica la Consejería de Educación a partir de las leyes estatales. Pero no nos engañemos, al final somos los ciudadanos los que con nuestra casi grosera dejadez a la hora de reclamar nuestros derechos permitimos que cada año vuelva a ocurrir lo mismo, que se tengan que comprar ingentes cantidades de libros de texto encuadradas dentro de una mafia editorial amical que retoza con la política en la charca de los desechos de la corrupción. Y esto sin mencionar los millones y millones de árboles necesarios para fabricar unos libros que, finalmente, para lo que es seguro que sirven es para machacar desde bien temprana edad las espaldas de nuestros pequeños cargándolos como bestias en su camino diario hacia esos lugares llamados escuelas que no han cambiado su sistema educativo en más de cien años.

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