Hace
unas semanas fui a Valladolid con un compañero de Equo Avila para ver a nuestro
representante en las Cortes de CyL, José Sarrión (IU-Equo). Sobre todo ibamos a
hablarle del tema de los agrotóxicos (oficialmente: “productos fitosanitarios”)
que se usan habitualmente en los cultivos de fresas en nuestra provincia a
pesar de estar prohibidos en la Unión Europea. Los agrotóxicos en cuestión se
llaman 1,3-diclopropeno y cloropicrina. El primero está
clasificado como “probablemente cancerígeno para humanos” por la Agencia
Ambiental de EE.UU (EPA).(entre otros riesgos) He escrito sobre esto anteriormente:
Como
para darme aún más motivación cara a la reunión, al pasar por el pueblo me
encontré con una persona joven que conozco un poco, pero que no había visto en
mucho tiempo. Me contó que había tenido cancer, que había recibido un
transplante de médula, y que afortunadamente estaba respondiendo bien. Hablamos de todas las sustancias químicas a las que estamos expuestos.
El
viernes pasado, mientras la lluvia caía sin parar al otro lado de la ventana, me
entretuve en mirar otra vez la larga lista de Autorizaciones Excepcionales de
sustancias prohibidas, debido a “Situaciones de emergencia en materia
fitosanitaria”. También miré los registros oficiales, de España y de la Unión
Europea, de biocidas, es decir de sustancias que matan la vida.
Asusta.
Son MUCHÍSIMAS. En el registro de la agencia europea ECHA hay 1.181 biocidas
registradas (una pequeña parte del total de 16.996 sustancias químicas...). Y a pesar de todos los registros, y todas las páginas que hay
en internet, no es tan fácil encontrar información útil.
Me dio
por intentar informarme acerca de una insecticida que por lo visto es de las
más utilizadas: en diferentes cultivos, en el desparasitado de ganado y
mascotas, como protector de madera, en las casas... : la cipermetrina,
perteneciente al grupo de los piretroides.
No la
encontraba en el registro, hasta que a través de una página de FAO me enteré
que también se llama α-cyano-3-phenoxybenzyl
3-(2,2-dichlorovinyl)-2,2-dimethylcyclopropanecarboxylate (nombre imposible
de recordar, al menos para mí). Bajo este nombre sí apareció en el registro,
donde tenía una ficha (sólo en inglés) con cuatro símbolos de advertencia: Peligroso
para la salud. Altamente peligroso para la salud. Peligroso para el medio
ambiente. Toxicidad aguda. Si se inhala puede dañar los orgános, en contacto es
irritante para la piel, posiblemente afecta también al sistema reproductivo, y
hay indicios de supresión inmunológica...Es altamente tóxico para peces y
organismos acuáticos, y para las abejas. Se considera que tiene una baja
toxicidad (directa) para mamíferos y aves. Sin embargo, debido a que la cadena
alimenticia aumenta la concentración, puede causar estragos. En otro artículo
leí sobre un estudio que mostraba que sólo 20% de herrerillos comunes habían
sobrevivido después de rociar un bosque con cipermetrina....
Y por
lo que me cuentan mis amigos más entendidos en estos temas, la cipermetrina es
una de las sustancias menos dañinas, de todas las que se utilizan en el
campo.
Estamos
expuestas a un “coctail” de sustancias químicas muy peligroso, a través del
aire, del agua, de diferentes materiales, de la comida...
Por mi
parte, al menos en lo que respecta a la comida, no quiero contribuir a esta
locura de esparcir veneno tan alegremente. Así que después de haberme leído
todo eso, salí bajo la lluvia a sacar un par de puerros de la huerta, y unos
tubérculus de Helianthus, que eché en una olla junto con quinua cultivada de
forma ecológica, y pagada con un precio justo (a través de Oxfam-Intermon)...
Lena
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